Frases Aleatorias

El Comienzo de la Leyenda 8



Uf! Ha costado muchísimo, eso tengo que reconocerlo. Entre la vida interponiéndose entre mí y el teclado, y haber cambiado tanto este capítulo que parte de su contenido inicial ha pasado a ser el nuevo capítulo nueve... pero sobre todo, ¡cuánto me cuesta intentar pensar como Dragón o un Fénix, en lugar de como Escorpión! Pero estoy contenta con el resultado.  

Este pequeño bebé ha salido, como siempre, gracias a mi querido Fire rising (sin él, Inomaro hubiera balbuceado un poco y luego se hubiera marchado); y a mi nuevo seguidor Arzhis: la motivación lo es todo, y usted caballero, sabe cómo motivar a una escritora. Así que os dedico el capítulo a los dos.
En este capítulo podéis encontrar el fragmento de Inomaro que hay puesto en la Galería :)

Capítulo ocho: Campeonato Topacio (tercera parte). Desenlace del Campeonato.    
“La vida no es justa. Eso no significa que no puedas ganar”

  La mañana continuó con la prueba menor de Poesía o Haiku. Los aspirantes Fénix, Cangrejo, Grulla y Dragón debían recitar un haiku, una pieza de poesía formada por tres versos. Los haikus de mayor perfección expresaban el asombro producido por la contemplación de la naturaleza, si bien los versos habían evolucionado también hacia temáticas como momentos de la vida cotidiana o en muchos casos el amor; aunque pocos aspirantes osarían desviarse de los cánones clásicos.
Después de todo,
la muerte es sólo un síntoma
de que hubo vida”, fue el haiku de Hida Kaneshi.
  Kaneshi pretendía retratar parte de la dura realidad en la Muralla del Carpintero, la frontera entre Rokugan y las Tierras Sombrías guardada por los Cangrejo, donde la muerte formaba parte de cada día. Sabía que la métrica sería correcta, pues lo traía preparado desde que saliera de sus tierras: la composición de haikus no era una de sus mejores habilidades.
Grandes sombras,
viento cálido,
luz cegadora”, recitó Mirumoto Kenjiro.
  Kenjiro había procurado dejar clara la escena de su mente: un atardecer de verano en las tierras Dragón, con el cegador resplandor del adormecido Hantei alargando las sombras de las montañas tras las cuales se escondía, sombras que se estiraban por una tierra bañada por la brisa veraniega. Pero los jueces se quedaron mirándole de una manera que le hizo dudar de si habían comprendido el significado de su haiku.
La fortuna
favorece al mortal,
que luchará por su reino”, pronunció Agasha Inomaro.
  Algunos de los jueces emitieron exclamaciones de asombro. El Fénix había obviado el aspecto contemplativo de la naturaleza presente del haiku, para en su lugar reflejar el asombro de los mismísimos kamis en el pasado. Pues antes de la primera batalla contra el kami Oscuro, Shinsei dijo a los kamis que vencerían a Fu Leng si enviaban a siete mortales, uno de cada Clan. Cuando los kamis preguntaron por qué no podían ir ellos mismos, Shinsei dijo que debían ser mortales… “Pues la fortuna favorece al hombre mortal, que es quien debe luchar por su propio reino”.
  Inomaro había transformado en haiku las palabras del sabio Shinsei el día en que aparecieron los primeros samuráis, pues así se denominaron a los siete guerreros: los que sirven, y a partir de ese momento fue cuando el término comenzó a utilizarse.
  Pero entonces se adelantó el samurái Grulla.
Viento de otoño,
la mortífera mantis
mira y…”
  El Grulla no terminó el haiku. El silencio sepultó el estadio mientras el público y los jueces esperaban el final, pero Doji Kirei hizo una reverencia y volvió a su sitio. Tan sólo cuando ya se había colocado junto a sus compañeros comenzaron exclamaciones de asombro y lentamente se desataron los aplausos del público.
  Pocos autores utilizaban la detención del haiku como golpe de efecto. Con su verso, Kirei había hecho que todos los presentes visualizaran a la mantis girando la cabeza y clavándoles su gélida mirada, y que comprendieran que el asombro ante tal visión arrebataba las palabras.
  La deliberación de los jueces duró poco. El poema del aspirante Cangrejo tenía una tonalidad oscura fuera de lugar en una festividad como aquella, mientras que hubo grandes discrepancias respecto al significado del poema del Dragón: unos hablaban de la calidez de una hoguera en mitad de una noche ventosa; mientras otros, quizá influidos por el fúnebre tono del Cangrejo, decían que se trataba de los sentimientos de un guerrero en el instante de su último aliento antes de su muerte, rodeado de sombras y viendo lejos una cegadora luz. En cualquier caso, no era mejor que el asombroso poema del Fénix; que por magnífico que hubiera sido, no se acercaba sin embargo a la cautivadora composición del Grulla.
  La victoria de la prueba de Haiku la obtuvo Doji Kirei.


  Agasha Inomaro encontró a Mirumoto Kenjiro apoyado en la balaustrada que daba a la arena. Observaba la prueba de go. Habían sido escogidos los aspirantes Grulla, León, Escorpión y Unicornio. Sobre un pequeño tatami con cojines y una mesa baja, Akodo Yamato movía una pieza mientras el aspirante Unicornio lo miraba con perplejidad.
Sin embargo, los ojos del aspirante de las montañas se clavaban en la nuca de Doji Kirei, que observaba con profunda concentración el tablero que lo separaba de Bayushi Yuna. 
  El Fénix elevó a los cielos una plegaria de suerte hacia su compañera, y deseó que el pergamino de go que le había dado la noche anterior le sirviera de ayuda durante la prueba. Era consciente de que no todo el mundo consideraría sus acciones como correctas, ayudando a una rival.
  Sin embargo… la intrínseca rivalidad entre aspirantes, cada prueba, cada punto ganado; no eran más que pequeñas pinceladas solitarias. Inomaro poseía la capacidad del Fénix para ver el mural completo que estaba dibujando el Campeonato Topacio. Había visto los resultados de las pruebas pasadas, las habilidades de sus contrincantes, y conocía las pruebas que quedaban aún por acontecer: él no ganaría aquel torneo. Pero ¿acaso eso significaba que no podía hacer nada? En absoluto. La naturaleza pacífica de los Fénix encontraba más útiles las alianzas que los enfrentamientos, y vencer a otros contrincantes resultaba mucho menos valioso que forjar simpatía o amistad con ellos.
  Había decidido apoyar a Yuna. Conocía bien las reglas del Campeonato, y ni pensaba romperlas, ni le hacía falta. No podía cederle los puntos que él ganara; mas nadie podía prohibirle que le transmitiese sus conocimientos, enseñándola o dándole un pergamino. Podía otorgarle su apoyo y su compañía, en aquella ciudad tan lejana de sus tierras de origen y donde la imagen de su Clan la precedía y le ganaba el rechazo de otros.
  Y si bien una amistad con uno de los Campeones Gema podría procurarle beneficios posteriores, para Inomaro una buena relación con Yuna era un fin en sí mismo. Pues como el poderoso Fénix sabía, el enfrentamiento entre individuos valiosos siempre conllevaba enormes pérdidas, mientras que si se unían para un objetivo común eran capaces de lograr grandes empresas. 
“Resulta ilógico juzgar al mejor de los samuráis por enfrentarse y vencer a otros”, pensó Inomaro para sí, “¿Es que los sacrificios de la guerra no enseñan nada a nadie? ¿No florece acaso el Clan cuyos hijos no mueren en el campo de batalla, aquel que comercia, aquel que descubre?”
  Meneó la cabeza con tristeza, consciente de que el Imperio aún tenía mucho que aprender de las enseñanzas de Shinsei, pero al mismo tiempo siendo consciente desde siempre de que nada se le podía enseñar a quien no desea aprender… Pero aunque tenía asumido que no podía mostrar la luz del Fénix a todo aquel con quien se cruzara, pues no sólo no podría sino que no le correspondía; vio en Kenjiro alguien dispuesto a aprender. Pues tras observar su rivalidad con el aspirante Grulla, estaba convencido de que el Dragón podía agradecer una manera de que Doji Kirei fuera vencido, aunque no fuera por él mismo.
  Fuera de la arena los aspirantes Mantis y Cangrejo se habían retirado, por lo que Inomaro y Kenjiro estaban solos. Parecía un buen momento para hablar con él. Con la calma que lo caracterizaba, caminó hacia él; cuando el Dragón reparó en su presencia, hizo una respetuosa reverencia ante él.
-          Saludos, Mirumoto-san- dijo en voz baja- Espero que ya os encontréis mejor. 
-          Saludos, Agasha-san. Gracias por vuestros deseos, estoy bien. Lo de antes ha sido… pasajero.
-          Me alegro- dijo sinceramente con una amable sonrisa.
  El Fénix le tendió suavemente la bolsa con el dinero que antes le había sido entregada.
-          He hecho las comprobaciones que me pedisteis. El dinero no está envenenado.
  Mirumoto Kenjiro asintió; había descartado aquella opción cuando viera marearse al Grulla. El Doji no se alojaba en su posada, ni creía que tuviese como él tratos con Shosuro Ukio; y dos fuentes distintas del mismo veneno le parecía algo demasiado extraño. Pero igualmente cogió la bolsa de sus manos y le dijo:  
-          Os agradezco vuestra ayuda.
-          Siempre es un placer ayudar a un compañero- dijo el Fénix con una reverencia.
  El Dragón le devolvió el gesto, guardó la bolsa y volvió la mirada hacia la arena. Inomaro permaneció a su lado observando la prueba de go, pensando cómo comenzar la siguiente conversación con el Dragón, pero las Fortunas fueron quienes le indicaron cómo comenzar: en esos momentos uno de los jueces anunció la victoria de Doji Kirei sobre Bayushi Yuna.
“Lástima”, pensó el Fénix.
-          Parece que Doji-san ha vuelvo a vencer- comentó distraídamente.
-          Sí- respondió Kenjiro.
-          No importa- continuó el shugenja- Los resultados no cambiarán demasiado. Bayushi-san ha obtenido tres puntos por heráldica, leyes y iaijutsu. Tanto si Akodo-san suma un punto a su victoria en lucha cuerpo a cuerpo, como si Doji-san lo hace a su triunfo en haiku; tan sólo conseguirán alcanzar al aspirante Unicornio. Que si vence, tras haber ganado atletismo y equitación, tan sólo llegará a alcanzar a Bayushi-san. En cualquier caso, nuestra samurai-ko continuará en cabeza. Parece obvio que va a ser quien gane.
  Kenjiro volvió el rostro hacia él.
-          ¿Y qué hay de los otros participantes? Unicornio-san la sigue de cerca.
  Inomaro observó al nervioso Ide Ryosei mirar el tablero de go con confusión.
-          Ide-san no vencerá esta prueba, teniendo que enfrentarse a un Akodo estratega y a un Doji versado en el go de la corte. Y no participará en la prueba de tiro con arco, pues cada aspirante participa en máximo tres pruebas menores, y ésta es su tercera. Sí, su pericia exploradora podría hacerle vencer en caza. Pero quedaría empatado a Bayushi-san. Y estoy convencido de que la prueba de desempate estará relacionada con alguna materia que represente las costumbres o la cultura de Rokugan entero… con las que los Unicornio parecen estar poco versados. No, no creo que Unicornio-san pueda superar a Bayushi-san.
-          No tenéis tampoco fe en el estratega ni en el cortesano- observó el Dragón.
  En la arena, Akodo Yamato observó el movimiento que hacía el Unicornio, y sonrió para sí. La partida ya era suya.
-          Akodo-san es sin duda un buen estratega, pero por lo que he podido observar de su partida, sus movimientos son demasiado audaces para la apurada técnica del aspirante Grulla. Participará en la prueba de tiro con arco, pues sólo ha participado en dos pruebas menores todavía, y es la última prueba menor que queda. Si ganase, tendría dos puntos, y podría alcanzar a Bayushi-san en la prueba mayor de caza. Pero sería difícil.
  Al otro lado de la arena, Doji Kirei susurraba tras su abanico con sus familiares Grulla, de los cuales no se había separado en los dos días de campeonato.
-          Doji-san probablemente gane esta prueba; y aunque no participará en tiro con arco, sí participará en caza. Tiene sin duda las mismas posibilidades que Akodo-san… Podría llegar a alcanzar a Bayushi-san.
  El shugenja se giró hacia Mirumoto Kenjiro.
-          Pero para ello Bayushi-san debería no ganar ninguna prueba de aquí en adelante, y sus éxitos hasta ahora son más que evidentes. Ha ganado tres de las siete pruebas hasta ahora, y aunque no participará en tiro con arco, sí lo hará en la prueba de caza. Si bien las fortunas son siempre inescrutables, opino que lo más probable es que Bayushi-san gane este torneo.
  Kenjiro se quedó mirando al shugenja un instante, y después giró la vista hacia la arena. Él mismo había estado pensando en los posibles resultados finales del torneo, y aunque había considerado a Ide Ryosei como una posibilidad; no había caído en que tendría que haber un desempate, ni en qué consistiría el mismo.
  Mientras miraba meditabundo hacia el joven Unicornio, éste suspiró y se inclinó ante Akodo Yamato. Uno de los jueces se aproximó a ambos, y tras observar el tablero, anunció en voz alta la victoria del samurai León.
“Puede que Agasha-san tenga razón. Al fin y al cabo, los Fénix son supuestos pozos de sabiduría, y sus palabras tienen sentido para mí”
  Mientras Doji Kirei entraba en la arena, Ide Ryosei salió de ella por el acceso este. Cerca de allí los ojos de Kenjiro se toparon con Bayushi Yuna, que observaba a los últimos contrincantes del torneo de go.
-          Vuestras palabras parecen fundadas, Fénix-san. Si lo que decís es cierto, poco podemos hacer el resto de los aspirantes.
-          Ah- replicó Inomaro con una sonrisa divertida- En efecto, nuestras candidaturas parecen perdidas. Sin embargo, eso no significa que no podamos hacer nada. Dado que el resto de aspirantes no tenemos oportunidad de ganar este campeonato, ya no existe la necesidad de que mantengamos las distancias entre nosotros. Es más, creo que sería beneficioso acercarnos al vencedor del torneo.
-          ¿Acercarnos?- repitió Kenjiro.
-          Sí, creo que sería apropiado que los aspirantes que no podemos alcanzar la victoria, aceptemos la derrota con honor y presentemos nuestros respetos a quien, con casi total certeza, va a salir vencedora de este torneo. Entablar amistad con otro aspirante no va en contra de las reglas- dijo Inomaro, sabiendo qué pensamientos surcaban la mente del Dragón- Tampoco asistirle si tiene algún problema, o compartir el té. Aconsejarle, si vemos que otro aspirante tiene un punto débil que ella no haya podido ver. Mostrarle dónde se encuentra lo necesario para la victoria, cuando haya que buscarlo. Al fin y al cabo, al contrario de lo que este Campeonato refleja; todos los Clanes deben colaborar juntos para proteger el Imperio.
  El guerrero Dragón se quedó mirando al shugenja, sopesando sus palabras y el nuevo sentido que le daban.
  De pronto, las ovaciones del público llamaron sus atenciones. En el centro de la arena, Akodo Yamato se incorporaba tras haberse inclinado ante Doji Kirei; que había ganado la prueba de go en una partida ridículamente corta. 
  Kenjiro giró la vista hacia Inomaro, sin una palabra. Él le sonrió, inclinó la cabeza en su dirección y comenzó a alejarse.
-          Agasha-san- le dijo Kenjiro, haciéndole volverse- ¿Por qué me habéis contado esto?
  El Fénix le dedicó una amable sonrisa.
-          Porque siempre es un placer ayudar a un compañero.
  Kenjiro lo observó en silencio mientras se alejaba… y se reunía con Bayushi Yuna. La Escorpión sonrió al verle. El guerrero de las montañas les observó un instante antes de marcharse: debía prepararse para la prueba de tiro con arco.


  Kenjiro sentía rabia. Sabía con la certeza de que su corazón latía, que su cuerpo no había fallado por calor. Como le intentaban hacer creer… ¿Acaso no había entrenado sin descanso durante los días más luminosos y las noches más frías en lo alto de las montañas, donde Hantei brillaba con más fuerza y el viento era más gélido que en ningún otro lugar de Rokugan? ¿Acaso no eran los habitantes de las tierras bajas quienes se mareaban y enfermaban en las zonas más altas de su región natal?1 
  Algo extraño había ocurrido, tanto en él como en el aspirante Grulla. Había sospechado primeramente del posadero Escorpión, que lo hubiera envenenado con el dinero con el que le había recompensado por delatar las intenciones de aquella sirvienta… Pero lo ocurrido a Doji Kirei lo había dejado confuso.
  Su segunda sospecha, había sido Bayushi Yuna. Pero si bien se había acercado a él en algún momento, no había sido en aquel día; y no había visto jamás a la Escorpión cerca del Grulla.
“¿Por qué no sospecho de los otros aspirantes?”, se preguntó Kenjiro.
  ¿Eran las creencias populares tan fuertes? Todos habían sido enseñados a desconfiar de los Escorpiones… Pero ¿acaso no tenían todos los aspirantes algo que ganar perjudicando a sus competidores? Ukio los tenía a todos en su posada, y no había hecho otra cosa que darles el mejor de los tratos; mientras que Yuna había practicado con ellos como cualquier otro aspirante.
  La filosofía Dragón estimulaba que cada individuo no aceptase la sabiduría entregada como los Fénix, sino que se labrara su propia opinión conociendo el mundo y juzgándolo con sus propios ojos... Su mente quedó un instante preguntándose por qué todos los villanos de los cuentos infantiles, de las obras de teatro kabuki, eran ladinos Escorpiones. Como si alguien quisiera que todo el mundo pensara que eran los únicos con intenciones ocultas 2, cuando en realidad…
-          Mirumoto Kenjiro, es vuestro turno.
  Una vez más perdido en sus pensamientos. Kenjiro regresó a la prueba, en la cual el aspirante León ya había disparado: su flecha marrón de plumas ocres se había clavado en el borde exterior de la diana.
  Se acercó a la mesa donde se habían dispuesto los arcos. Por un instante dudó, ¿debía probar varios distintos, como en la prueba de iaijutsu? Lo descartó de inmediato: no iba a comportarse como un Grulla vanidoso a quien no le importase insultar a la ciudad anfitriona del Campeonato Topacio. Así que tomó el primero que vio, sacó de su aljaba una flecha verde oscura de plumas doradas, y se situó frente a la diana.
  Una frase muy popular entre los arqueros de Rokugan era “la flecha conoce el camino”. Se creía firmemente que arquero y arco se volvían uno, y que no hacía falta seguir con la mirada el camino que llevaría la flecha, sino tan sólo centrarse en el objetivo. Hecho esto, la flecha avanzaría hasta él, pues sabría dónde debía impactar.
“Un verdadero arquero no apunta. Solamente da libertad a la flecha”, recordó Kenjiro las palabras de su sensei.
  Por lo que concentró su energía en la diana que había frente a él, e inmediatamente tensó el arco y liberó la flecha.
  Que voló hacia la diana, pero realizó una extraña curva que la llevó contra la pared.
  El Dragón se quedó absolutamente atónito. ¿Qué había ocurrido? Su técnica no era de las mejores, pero estaba convencido de que por lo menos daría en la diana. Y la flecha había volado inicialmente en dirección al objetivo, al principio; pero había terminado por desviase ligeramente, lo suficiente como para chocar contra la pared, donde había dejado una pequeña muesca antes de rebotar y caer al suelo. Como si la saeta se hubiera asustado del objetivo3.
-          Vaya. Qué extraño- dijo uno de los jueces.
-          Un kami de aire travieso, sin duda- replicó otro- Lástima, Mirumoto-san. Las fortunas son caprichosas en algunas ocasiones- y apuntó el resultado.
  Kenjiro los miró un instante; sus ojos, duros como las rocas de las montañas. Pero no dijo nada. De nada serviría decir que aquello había sido manipulado, pues tampoco comprendía cómo una flecha podía variar su trayectoria a mitad de vuelo, ni cómo actuaban los… kamis de aire. Así que apretando las mandíbulas, dejó el arco en la mesa y se retiró, la furia ardiendo en su interior.
  Si alguien estaba manipulando las pruebas del Campeonato… desde luego, lo estaba haciendo magistralmente.
“¿Acaso este festival no es en honor a los sagrados kamis? ¿Por qué permiten que sea manipulado?”
  Quizá los todopoderosos kamis lo estaban permitiendo, en efecto. Quizá el futuro ganador había sido escogido por una razón. Al fin y al cabo, todo estaba interconectado. La energía fluía en todas direcciones, los eventos desencadenaban otros; cada acción de cada criatura cambiaba el destino del mundo. El desenlace del Campeonato podría tener repercusiones en las rencillas entre clanes. O quizá daría el honor suficiente a una familia como para que prosperase. O quizá desembocaría en la muerte del Campeón, evitando así sus acciones futuras. No lo sabía, no podía saberlo. Los kamis obraban siempre de formas misteriosas, incluso para los monjes Dragón más sabios.
  Vio a Agasha Inomaro tomando el arco y colocando su flecha escarlata. En el momento de disparar, pareció que una llama brillante se separaba las mangas de su kimono para volar contra la diana. Sin embargo, quedó más lejos del centro que la flecha del León, aunque no desde luego que la suya. El shugenja dejó el arco con una expresión resignada; si bien Kenjiro pensó que ni él ni ninguno de los otros participantes había esperado un resultado muy distinto. Supuso que como samurái no bushi, el arco le era un arma más accesible que la katana, pero que sin embargo no la habría utilizado demasiado con anterioridad.
  Sus palabras daban vueltas en su cabeza como las estrellas de la noche giraban en torno al palacio Togashi en las noches más claras 4. Y como las estrellas, le era imposible ignorarlas: estaban allí, incluso si no las miraba directamente. El Fénix emitía una calmada energía y un aura pacífica que le hacían sentir que decía la verdad, y que sus intenciones eran buenas. Y su exposición tenía sentido para él.
  A todos les enseñaban a no confiar en los Escorpión, pero no tenía claro por qué; y Togashi siempre enseñaba a comprender, aprender y después juzgar. En cualquier caso sabía, fueran los resultados obra divina o del hombre, que él no ganaría el Campeonato Topacio. Que Bayushi Yuna era quien iba en cabeza, y que quizá los kamis estaban favoreciendo su victoria por alguna razón. Creía en las intenciones de Agasha Inomaro, y…
  Miró a Doji Kirei, gesticulando pomposamente, rodeado de sus familiares Grulla.
  … y era consciente de que si ayudaba a Bayushi Yuna, alejaría a aquella escoria de la victoria.
  Estaba decidido. Al terminar la prueba, iría a hablar con la aspirante Escorpión.
  ¡Chas!
  Se giró sobresaltado. El aspirante Cangrejo sostenía en su mano izquierda un trozo de madera del que pendía un cordel… tardó un instante en reconocer uno de los arcos preparados para la prueba, que había perdido su forma al romperse la cuerda. Hida Kaneshi la había partido al tensar el arma. La flecha azul oscura del guerrero había caído al suelo.
  Mientras todo el estadio lo miraba fijamente, sin comprender la fuerza que el aspirante había demostrado; él sin parecer estar sorprendido, recogió su flecha y tomó otra de las armas. Sujetó el arco hacia abajo para colocar el proyectil, pero al alzarlo frente a sí y tirar de la cuerda; el arco se dobló excesivamente un instante antes de que otro fuerte chasquido siguiera la ruptura de la cuerda.
  El aspirante Cangrejo alzó una ceja y miró a los jueces. Éstos parecieron no saber responder, hasta que uno dijo que aquellos arcos debían estar mal, y que continuase probando. Mientras Kaneshi resoplaba exasperado al recoger su flecha del suelo, los jueces comenzaron a murmurar entre sí; callando con el siguiente chasquido. Los otros participantes de la prueba, que habían tensado los mismos arcos que aquel enorme hombre estaba partiendo con tanta facilidad, lo miraban atónitos.  
  Cuando todos los arcos que quedaban sobre la tarima estaban rotos, el Cangrejo miró a los jueces. Nadie dijo nada por unos momentos.
  Tímidamente al principio, rugientemente después; el público comenzó a aplaudir como muestra de admiración hacia la fuerza demostrada por el guerrero. Hida Kaneshi alzó la vista complacido, alzando un brazo hacia el público. Por una vez, se valoraba la fuerza de su Clan. Vio de lejos al Daimyo Cangrejo, que sonreía con un puño alzado con intensidad.
  Respiró hondo. No quería arruinar aquel momento, por lo que procuró sonar cortés cuando habló con los jueces.
-          Me da la impresión de que los arcos preparados no me sirven. Me gustaría poder utilizar mi propio arco, hecho en tierras Cangrejo, para la prueba.
  Los jueces se miraron. Muchos arcos tenían mejoras que enmascaraban la verdadera habilidad de sus usuarios, pero no parecía haber más opción.
-          Traedlo.
  El público dejó de aplaudir al ver cómo el guerrero se retiraba, para volver un minuto después con un paquete envuelto. Desenvolvió y montó el arco, para después tendérselo a los jueces. La altura del arma era prácticamente la del hombre que lo tomó. Llegaría a Kaneshi a la altura del hombro, y era azul oscuro con los refuerzos mínimos requeridos en negro. Sin filigranas, sin dibujos. Tras un rápido examen, permitieron al aspirante utilizarlo.
  La prueba de tiro con arco la ganó Hida Kaneshi: su flecha no fue sólo la que más cerca quedó del centro de la diana, sino que se hincó en ella hasta la mitad de su asta.


  Yuna se dirigió a las puertas del estadio para la última prueba: caza. Los participantes debían ir a la carrera al bosque más cercano y conseguir tres huevos de ave. Quien llegase primero con tal trofeo sería el vencedor; aunque si llegaban dos participantes a la vez, ambos conseguirían el punto de la victoria.
  Yuna tenía tres puntos; el Grulla y el Unicornio la seguían con dos. De momento iba ganando, pero si alguno de los otros contrincantes le empataba podría tener problemas. En esta prueba no le interesaba tanto vencer, como que no lo hicieran sus dos contrincantes. Ya no tenía que preocuparse por intervenir al León, pues iba tras ellos tres con un único punto; no la alcanzaría.
  Lamentablemente, no podía dedicar aquella prueba a obstaculizar sutilmente a sus enemigos… pues Inomaro iba con ella. Tampoco hubiera sabido cómo hacerlo, la verdad. Por lo que tan sólo contaba con su ayuda para conseguir un punto más en aquella prueba. Desconocía si alguien más tenía pensada alguna manera de favorecerla en aquella prueba.
-          Bayushi-san- la llamaron.
  Se giró, acompañada de Agasha Inomaro. El aspirante Dragón se acercó a ella, y pareció esperar a que el resto de la comitiva continuase hacia las puertas del estadio.
-          Asumo el triunfo de quien vuela sobre el Dragón. Si el Escorpión lo desea, tendrá la asistencia de la montaña.
  Yuna se quedó mirándole. A pesar de que su estupefacción no trascendía a su rostro, no podía evitar que sus ojos mostraran extrañeza: no estaba segura de estar entendiéndole.
-          Es posible; corregidme, Mirumoto-san, si me equivoco- intercedió Inomaro enseguida- que nuestro compañero quiera decir que acepta con honor su derrota ante vos, Bayushi-san; y que desea ayudaros.
  Mirumoto Kenjiro asintió.
-          Sin duda Mirumoto-san conoce que interferir con las acciones de otros aspirantes va en contra de las reglas- dijo Inomaro.  
-          Lo sabe- respondió, y añadió con cierto tono interrogante hacia Inomaro- Pero… quizá los ojos del Escorpión puedan buscar en el suelo mientras los del Fénix y el Dragón escudriñan el aire…
-          Sí, sin duda eso estaría permitido.
  Yuna seguía atónita, mirando ahora a Inomaro. Había visto al Fénix hablar con el Dragón, y ahora parecía tan complacido... ¿Lo había convencido para que la ayudara? ¿Qué le habría pedido a cambio? ¿Y qué planes tenía Inomaro para ella, qué pensaba pedirle después de todo lo que la estaba apoyando? Se dijo que no había prometido nada, y que podría defenderse diciendo que todo había sido cosa suya, si le exigía algo que no estaba dispuesto a darle. Pero por el momento, tenía un nuevo aliado, al que miró con una sonrisa.
-          Mirumoto-san, os agradezco muchísimo vuestra ayuda, y la confianza que depositáis en mí al otorgármela. No la desaprovecharé.
-          El honor es mío.
-          Deberíamos ir hacia las puertas- dijo Inomaro.
-          Por supuesto- respondió la Escorpión, continuando la marcha- No deseamos que nadie piense que estamos conspirando alguna acción deshonrosa.
  Se reunieron con el resto de aspirantes en las puertas del estadio, donde el juez explicó de nuevo las reglas. Había que conseguir tres huevos de ave, otro tipo de huevos no eran válidos. No se podía interferir con las acciones de otros aspirantes una vez hubieran conseguido el trofeo, ni luchar con ellos por él: la prueba consistía en la habilidad para localizar el objetivo y la velocidad necesaria para regresar cuanto antes al punto de partida. Cuando el primer aspirante con tres huevos de ave llegase a la meta, se haría sonar un cuerno que los avisaría de que debían regresar.  
  El juez dio la salida, y los aspirantes corrieron fuera del estadio.


  Yamato escudriñó el bosque en silencio. A su alrededor, las hojas se mecían mansamente al son del viento; y la floresta permanecía calmada. Bien… Osó acercarse un poco más.
  Arriba, a un par de árboles de distancia, divisaba el nido. El pájaro adulto miraba continuamente a su alrededor, por lo que el samurai decidió esperar. La criatura intentó cerciorarse de que no había peligro para sus huevos, antes de echar a volar del nido en busca de comida.
  Era su oportunidad.
  Se detuvo en seco. De entre los arbustos, al igual que él, había salido otra persona. Reconoció al guerrero Unicornio, y por unos instantes ambos se quedaron mirando desconcertados.
  Hasta que Yamato le indicó con un gesto que continuase. Que fuera él quien cogiera los huevos del nido. Desconocía si el guerrero había llegado allí antes, pero decidió que cedería aquella oportunidad a su contrincante y que él buscaría algún otro nido.
  El guerrero Unicornio se quedó mirando al León maravillado, pero no había que desperdiciar el tiempo que tardara la madre en volver. Ágil como un gato, pronto descendió del árbol con tres huevos; los tres huevos que necesitaba para ganar la prueba… y con ello, el Campeonato Topacio.
  Pero se los tendió a Yamato, al tiempo que se inclinaba.
-          Jamás he conocido a un samurai tan honorable… Vos merecéis esto más que yo.


  Un cuerno resonó en la floresta. En la zona este del bosque, generó suspiros de resignación en los tres aspirantes que buscaban juntos: a pesar de sus ojos unidos, ninguno había visto nidos más que en ramas inaccesibles para ellos, no acostumbrados a trepar a los extremos de los árboles más altos. En el centro de la floresta, un rugido espantó a los pájaros: el sigilo que Hida Kaneshi había aprendido a utilizar en las Tierras Sombrías de nada le había servido: no había espantado a los animales, pero tampoco había encontrado ningún nido. Yoritomo Keita llevaba los últimos minutos peleando con una pareja de aves que lo habían detectado husmeando cerca de su nido, a los cuales se les había unido el resto de su comunidad. Los kamis parecían reírse de él: cuando por fin había abatido al último pájaro, y seis de ellos yacían en el suelo sin vida, sonaba el cuerno que hacía que aquello no hubiera valido de nada.
  Los otros tres aspirantes estaban en las puertas del estadio. Doji Kirei disimulaba no demasiado bien su disconformidad: debería haber ganado aquel punto, debería haber podido igualarse a la Escorpión y optar al título de Campeón Topacio… Pero no. ¿Cómo iba a saber él que aquellos huevos que había conseguido, eran de reptil? No era justo… pero no se quejaría como un rudo Cangrejo. La cortesía era la virtud más importante del samurai.
  El aspirante Unicornio miraba plácidamente a Akodo Yamato, que mostraba al tercer juez los huevos que había conseguido para verificar su naturaleza. Sabía que había renunciado a la victoria, al título de Campeón… pero no creía haber faltado a su honor, y sentía que había hecho exactamente lo que debía.  


-          ¡Pueblo de Rokugan!
  La potente voz del juez superior reverberó por todo el estadio. Los últimos murmullos se apagaron con atención, y durante largos instantes se hizo el silencio. 
-          Han finalizado las pruebas, y con ello el Campeonato. Demos gracias a los dioses por haber bendecido este día.
  El sol brillaba con la misma fuerza de los dos últimos días, como alegrándose también por la culminación de la festividad. Una ráfaga de viento agitó las campanillas que pendían de las guirnaldas, haciéndolas tintinear alegremente.
  En lo más alto del estadio, los puestos presidenciales; el Emperador rodeado por los Daimyos. El soberano sonreía para sí.
-          Todos los guerreros presentes han demostrado su valía; sin embargo, los dioses han decidido honrar tan sólo a uno de ellos. Es hora de anunciar quién es el vencedor.
  Había sido el León quien ganara la prueba de caza, quedando con dos puntos. El Grulla y el Unicornio habían obtenido la misma puntuación; y los demás no habían ganado prueba alguna…
-          ¡Bayushi Yuna, hija del Clan Escorpión! ¡Álzate ahora como Campeona Topacio!
   El estadio estalló en aplausos y vítores, el populacho encantado de presenciar algo así. La joven se adelantó a sus compañeros. En lo alto de la tribuna, la samurai-ko vio a Kachiko sonreír; mientras Shoju asentía con aprobación en su dirección.
  La algarabía se ahogó cuando el Emperador se levantó de su asiento.
-          Enhorabuena por tu triunfo- dijo a la vencedora.
  Y Yuna, con la cabeza inclinada ante su soberano, creyó que nunca podría sentirse más honrada. Sonrió ampliamente mientras el gentío seguía gritando. El Emperador volvió a su sitio y comenzaba a charlar con Akodo Toturi, probablemente comentando algún momento del Campeonato. Aunque estaba demasiado lejos para estar segura, la joven Escorpión hubiera jurado que Shoju le sonreía tras su máscara completa.
  Un hombre llegó hasta ella con un paquete envuelto en seda, y tras arrodillarse levantó los pliegues hasta mostrar su contenido. Se lo tendió desde el suelo.
Yuna sonrió mientras tomaba la katana Topacio, trofeo del Campeonato. Admiró la increíble belleza de su factura. La empuñadura mostraba un delicado diseño de rombos negros y verdes, y en su base había incluido un delicado topacio del tamaño de un huevo de codorniz, perfectamente incluido en la katana. Como sumida en un sueño, la desenvainó y la alzó.
El griterío de las gradas rodeándola, las campanillas tintineando alegremente, el honor caldeando su pecho, mientras el brillo del sol relucía en la hoja de la katana Topacio. Aquella imagen poblaría los sueños de Yuna durante mucho tiempo.  



1 El mal de montaña es una enfermedad real, debida a que a grandes altitudes el cuerpo es menos capaz de absorber oxígeno por la diferencia de presión atmosférica. Los Dragones nacen a altitudes medias o altas, y se aclimatan durante su infancia. Los habitantes de las tierras bajas que van a las zonas más altas de las tierras Dragón, sufren hipoxia; y con ella mareos, vómitos o agotamiento continuo. 
2 Quienes quieren que se piense eso son justamente los propios Escorpiones.
3 Kenjiro tomó un arco desequilibrado. Lo hubiera notado de haberlo probado antes de utilizarlo.
4 Efectivamente, en las Tierras Dragón puede verse que el cielo estrellado gira perceptiblemente, con el palacio Togashi como centro (todo el cielo en Rokugan gira, pero normalmente tan lentamente que no es perceptible a la vista). Recordemos que Togashi Yokuni, daimyo Dragón; es el kami Togashi. 

6 comentarios:

  1. Por fin está listo!! ^^ Hay que ver lo que ha costado! Pero ha quedado genial :) La conversación entre Kenjiro e Inomaro ha sido horrible de hacer, pero creo que has conseguido el efecto que buscabas! Enhorabuena! Tu esfuerzo ha merecido la pena, sin duda.
    Gracias por la dedicatoria! ^^ Ya sabes que me lo seguiré leyendo y ayudándote en lo que pueda ^^ Tengo muchas ganas de leerme el capítulo 9!! :D

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  3. Por dios que jodidamente epico! Me encanta es buenismo! Ademas que no me lo esperaba eh!!

    Me alegro enormenente, de verdad, haberte devuelto las ganas de ponerte a escribir, porque asi puedo leer cosas como esta.

    Para cuando el siguiente? :D

    PD: con dedicatorias asi me sacas los colores :$

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  4. Muchas gracias a los dos!! Me alegra mucho que os haya gustado y os agradezco mucho la ayuda! ^^

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  5. ¿¿Para cuándo el siguiente??

    Fdo. Akodo Yamato

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    1. El nueve ya está colgado en la página. El diez está a punto de terminarse, pero me queda una importante conversación por transcribir. Pero estamos en ello :)

      Muchas gracias por el comentario. Es maravilloso ver que sigues leyendo la historia. Sigo esperando (aunque sin prisa) esa versión tuya del encontronazo de Yuna y Yamato, años después y circunstancias cambiadas. Espero que te quede poco para ser un defensor de la justicia :)

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