Segunda nota del capítulo 2, Interferencias. Enjoy!
Acceso: ShadowFire.
Nota 202.
Corro. Corro corro y corro pensando en no
parar jamás. Vuelvo la mirada, el asentamiento va alejándose, con cien cabezas
asomadas por los muros mirándome. Al fin atravieso la avenida y alcanzo los
edificios, que se interponen en mi visión.
Sigo corriendo. Paso
entre dos edificios sin pararme, por la zona de sombra entre ellos, y de nuevo
a la zona iluminada más allá de ambos. Otra avenida a cruzar en perpendicular,
y sin parar de correr. Sólo faltan unas calles.
La respiración me
araña cada vez más la garganta, pero la adrenalina me grita salvajemente que no
pare, que no pare. Trago con dificultad y mi voz emite un gruñido al esprintar
un poco más. Atravieso la avenida, y llego al siguiente bloque.
La capucha salta y se
me mueve al correr, la tengo que ir sujetando para que no se descoloque y deje
de ver. Los puñetazos de mi corazón en mi pecho son cada vez más insoportables,
y los pulmones me arden. Pero no en el buen sentido. No de manera agradable, no
esta vez.
Me detengo con un
gemido, jadeando, apoyando las manos en las rodillas.
"Ya estoy lejos. Estoy
bastante lejos. Y no parece que me fuera a seguir nadie..."
Miro hacia atrás, intentando recuperar
el aliento. En efecto. Parece que no viene nadie.
Así que espero hasta recuperar el
aliento. Dios. Por un momento pensé que los soldados me tenían. Menos mal…
Cuando recupero el resuello un poco, hecho a andar. No quiero pararme. Tengo
que llegar. Dos bloques más y estaré en casa.
No hay nadie. Por ninguna parte. Y en un
sitio como el centro de Metrópolis, es algo tan fuera de lugar que de por sí
pone los pelos de punta. El instinto de cualquiera le llevaría a salir de las
calles expuestas y resguardarse cuanto antes en algún refugio.
Pero me paro. Me paro
en seco, y me quedo mirando hacia delante, totalmente bloqueada.
No sé lo que es. No
lo entiendo. Boquiabierta, no puedo hacer otra cosa que mirarlo.
Un enorme cristal translúcido
ha aparecido frente a mí. Un cristal azulado hecho de hexágonos, al estilo de
la nave de Brainiac, que se alza por encima de los altísimos edificios de pisos
y oficinas. Mi vista no alcanza su cúspide. Y al mirar a izquierda y derecha,
tampoco puedo ver dónde termina.
Más alto que los
edificios, más largo que toda la avenida que llego a vislumbrar.
Y mi casa está al otro
lado.
“No puede ser. ¿Qué hace
esto aquí?”
Llega demasiado arriba y demasiado lejos como
para que parezca que vaya a haber alguna abertura por la que pasar. Maldita
sea…
Menuda mierda… ¡Menuda mierda! ¿Qué demonios
hace un muro así en mitad de Metrópolis? ¿Ahora cómo cojones llego hasta casa?
Contrariada y furiosa, noto cómo mis manos se rodean de fuego. Las miro, y
caigo de pronto en que puede que no sea tan mala idea.
-
¡¡Raaaaaaaargh!!
Golpeo el cristal con un puño de fuego, y me
hago un daño terrible. Retrocedo agarrándome la muñeca, haciendo una mueca,
mientras que donde he golpeado el cristal, el surco que forma el diseño de
hexágonos brilla con lucecitas blancas. Tiene toda la pinta de tener algún
circuito por dentro. La luz se desvanece un instante después.
Gruño y golpeo otra vez, aunque más flojo. Y
otra, y otra; ¡grito, y el fuego ruje! Pero nada. Nada más que zonas del
cristal iluminadas brevemente. Ni un rasguño, ni un crujido.
Jadeando, miro hacia un lateral: se puede ver
que tiene como un palmo de grosor. Esto no va a ser tan fácil de romper…
Retrocedo, mirando la enorme mole. Igual tendría que intentar encontrar dónde
termina. Digo yo que no dará la vuelta a toda La Tierra. Igual camino un
kilómetro y puedo pasar al otro lado.
Pero, ¿y si no? ¿Y si salgo de la ciudad
siguiendo el maldito muro? No es seguro pulular por aquí. Seguro que hay
robots, o más soldados, o…
Al pensar eso, miro a mi alrededor y tras de
mí, buscando algún peligro.
Le veo.
Doy un salto, sobresaltada. Hay un tipo ahí,
mirándome fijamente. Es un tipo joven, con aspecto común. Un flequillo rubio ceniza
casi le llega a los ojos. Va con una camiseta y unos pantalones de chándal.
Nada más me llama la atención de él. Aparte de que me mire.
-
¿Quién eres? ¿Qué quieres?-
pregunto, intentando aparentar seguridad y calma.
Hace un movimiento muy brusco con la cabeza,
girándola hacia uno de sus hombros, como de pronto más interesado en mí. En un momento,
como con espasmos muy rápidos; la gira para mirar a la izquierda, a la derecha
y de nuevo a mí. Y me sigue mirando.
Y de pronto está a un paso de mí, con los
ojos muy abiertos.
-
¡Vnzkíms!
Grito y retrocedo contra el cristal; lanzo un
puñetazo envuelto en fuego hacia delante.
Que atraviesa el aire inútilmente. Ya no
está.
Jadeo, con el corazón desbocado y los puños
aún encendidos delante de mí. ¿Qué cojones ha sido eso? Miro por todas partes,
pero no le encuentro. ¿Cómo se me ha acercado tan rápido? ¿Y cómo ha
desaparecido? Casi diría que se ha… ¿teletransportado?
Trago saliva, bajando los brazos, intentando
recuperar el ritmo de mi respiración. No entiendo nada. Miro por todas partes,
pero no parece que esté. Esto no me gusta una mierda. Tengo que encontrar un
refugio, rápido. Tengo que…
Tzing-tzing, tzing-tzing.
El estómago me da un vuelco, la adrenalina
manda una descarga eléctrica por todo mi cuerpo. Recuerdo patas de araña, ojos
de cristal y frentes rojas de las que salen rayos. Giro la mirada en dirección
al ruido.
Por una de las calles de mi derecha han
aparecido cinco Overseers.
“No… No, no, no tan rápido.
Dios, no puedo con tantos…”
Me miran. Les miro.
- Alerta. Objetivo. Alerta. Objetivo.
- Alerta. Objetivo. Alerta. Objetivo.
Y corretean hacia mí.
Grito y corro, en dirección contraria,
desesperada.
Los oigo detrás de mí. Antes estaban a unos
veinte metros: ahora estoy segura de que están más cerca.
Sé que son más rápidos que yo. Que son más
fuertes. Que pude contra uno junto a Elsa. Que no puedo contra cinco.
Estoy jodida.
Corro, presa del pánico, de la rabia y de la
impotencia. Pero sobre todo, del pánico.
Oigo algo crujir estrepitosamente tras de mí.
Al mirar atrás veo a uno hincando las patas en el techo de un sedán negro que
ha quedado abandonado en mitad de la avenida, y que se interponía en su camino.
Y que ya están a diez metros de mí.
-
¡Aaaahh!
Corro, corro; aunque no sé qué voy a
conseguir. Sé que me van a alcanzar, y que voy a poder hacer muy poco para
defenderme.
De pronto veo a un tipo de pie en una
esquina. Va con un pasamontañas.
Y corre hacia mí. Y hacia esas cosas.
Oigo a los Overseers prácticamente sobre mí.
¡Están cerca! ¡Demasiado cerca!
El tipo llega hasta mí. Levanto los brazos
para defenderme, pero pasa de largo.
Le sigo con la mirada, confusa.
Con un rugido, lanza un puñetazo contra el
Overseer más cercano.
Lo lanza volando.
El estruendo es increíble; cristal
rompiéndose, metal gimiendo; y el Overseer sale despedido en una parábola que
lo manda a tres metros de altura y a una distancia de unos diez. Aterriza con
un ruido espantoso.
La sorpresa y la interrupción de la carrera
hacen que me caiga de culo.
De un manotazo lanza un segundo Overseer
contra la pared del edificio más cercano: desaparece dentro del edificio,
atravesando la pared de ladrillos.
Un tercero da un salto hacia mí. Grito y me
encojo.
El tipo aparece delante de mí, sujetando a la
máquina por las patas delanteras, que son aplastadas como si estuvieran hechas
de plastilina. Por un momento parece perder el equilibrio, retrocede un paso.
Después impulsa al bicho sobre su cabeza rugiendo; y lo manda más allá de
nosotros, donde cae despatarrado y girando horizontalmente sobre el suelo, el
metal chillando contra el asfalto.
Le miro desde el suelo, boquiabierta, atónita
y terriblemente impresionada. Él queda un momento mirando a los dos Overseers
que se han retrasado, y que parecen estar evaluando al nuevo enemigo. Después
mira hacia abajo, hacia mí. Está tan cerca que le oigo jadear.
-
¿Estás bien?- pregunta.
Estoy temblando. Estoy flipando muchísimo.
Pero estoy bien. Así que asiento con la cabeza nerviosamente.
-
- Alerta. Tres-dos objetivos. Alerta. Dos objetivos.
Una corriente de aire en mi nuca hace que me
gire de golpe, pero el Overseer tras nosotros no se ha acercado. Estoy
demasiado nerviosa… Vuelvo a mirar al frente.
Corren hacia nosotros. El tipo espera a que
lleguen, y lanza un puñetazo en plan martillo sobre la cubierta de uno de
ellos. El metal cruje y algún cristal estalla, se le doblan las patas y su
cuerpo da directamente contra el suelo, pero no se rompe. El otro Overseer
carga desde el lateral: de un empujón lo manda cinco metros hacia atrás, intentando
anclar las patas al suelo, que chirrían y lanzan chispas al no conseguirlo. El
tipo empieza a golpear una ver, y otra, la cubierta; supongo que esperando
romperla llegar al centro de su cabeza. El bicho pita furiosamente.
-
¡No, no hagas eso! ¡La
cubierta está reforzada!
Me mira atónito, y de pronto el Overseer
carga contra él y lo arrolla.
Instintivamente ruedo, y caen a mi lado. De
pronto recuerdo que yo también tengo brazos y piernas; me levanto… pero él
también se está levantando, alzando al bicho sobre su cabeza, sus patas
moviéndose furiosamente en busca de un agarre. Parece que lo va a intentar lanzar.
-
¡Espera!- le grito.
Me mira mientras corro, me meto debajo del
Overseer, llamo fuego a mis puños y con uno y dos rugidos y puñetazos ardientes
destrozo la cajita negra que es el procesador.
-
¡Coño!- oigo que él grita,
sobresaltado; y él y el Overseer se alejan de mí un paso.
Chiuunn…
Las patas del Overseer se descuelgan,
inertes. Él lo mira asombrado, y lo suelta a un lado en el suelo con estrépito.
No se mueve. Está obviamente apagado. Miro al enemigo abatido con una rabiosa y
salvaje satisfacción.
El chico me mira. Su pasamontañas tiene
aberturas para los ojos y la boca, así que puedo ver que está boquiabierto. El
fuego ruje en mis puños con furia. Sonrío para mí misma.
El Overseer que había empujado carga contra nosotros,
retrocedo para esquivarlo, pero de todas maneras parece que va a por él. Lo
golpea con las patas; él se cubre la cara y el estómago con los brazos, pero no
parece que le hagan mucho más de lo que haría un humano normal a otro pegándole.
Madre mía. A mí esas cosas me tumban.
-
¡Levántalo! ¡Levanta a este
también!- le grito.
Me oye, lo coge de las patas delanteras y
tira de ellas hacia arriba; pero del impulso se las arranca. Trastabilla hacia
detrás con ellas en las manos, con los ojos abiertos de sorpresa, mientras el
robot pita furiosamente. Veo cómo la placa roja de su frente empieza a brillar.
-
¡Apártate! ¡Va a lanzar un
rayo! - ¿Qué?
- ¡Que al suelo!
Se tira al suelo tan deprisa que parece que
se haya caído, ¡menudos reflejos! El rayo pasa por encima; queda tumbado en el
asfalto mirándolo pasar, después me vuelve a mirar atónito.
Y de pronto veo que el Overseer me mira y carga
contra mí. ¡Mierda!
Me cubro. Pero recibo un golpe en el estómago
que hace que me doble sobre mí misma, hecha un ovillo, ¡agh! El siguiente me da
de lleno en la parte de atrás de la cabeza, caigo de boca sobre el asfalto.
Durante un momento, mareada y tirada en el
suelo, me pregunto por qué no me aplastan un montón de patas al tiempo que oigo
un crujir de metal y el chillido del mismo ser arrastrado. Al abrir los ojos y
levantar la cabeza, veo que el tipo lo ha agarrado de dos patas, y está tirando
de él para alejarlo de mí.
Intento recuperarme y apoyo los brazos en el
suelo para levantarme e ir hacia él…
¡Crash!
… pero un enorme peso cae sobre mí y veo dos
patas metálicas golpear fuertemente el asfalto a ambos lados de mi cabeza.
¡Uno de los Overseers ha saltado sobre mí por
detrás! Su cuerpo pesa sobre el mío, ¡muchísimo! ¡Agh! Y noto… y oigo también
un zumbido. Uno como el que hacían cuando preparaban una descarga.
¡¡Y una mierda!!
¡¡BLAM!!
Su peso
desaparece sobre mí, oigo un fuerte estrépito. Jadeo cogiendo aire y me levanto
torpemente, no vaya a aplastarme otro; con las piernas temblorosas y la mano
aún en el estómago. Al girarme veo que ha aterrizado sobre su espalda, sus
patas agitándose inútilmente en el aire.
Esta me la sé. Me sobrepongo al dolor, corro
hasta él, trepo, y mis dos puños agarrados y envueltos en fuego caen una, dos,
y tres veces sobre el procesador mientras rujo como loca.
Chiuunn….
¡¡Crash!!,
se oye detrás de mí.
Me giro. El chico ha lanzado un Overseer
contra otro, y están los dos moviendo las patas intentando recolocarse. Joder…
Un crujido llama mi atención: el Overseer
número dos sale del edificio, lleno de polvo y con todo el lateral izquierdo
hecho papilla, pero con una pata de ese lateral todavía funcional. Los dos
Overseers mutuamente estrellados vuelven a dirigirse hacia nosotros.
Me bajo del Overseer y ando unos pasos
dubitativa, hasta que veo que el chico viene hasta mí… y se pone espalda contra
espalda conmigo. Pues… vale.
- ¿Estás bien?- me pregunta.
- Sí. ¿Tú?
- También. ¿Cómo se los mata?
-
Rompiendo el procesador que
tienen debajo. Una caja negra. - ¿Estás bien?- me pregunta.
- Sí. ¿Tú?
- También. ¿Cómo se los mata?
- Vale… ¿Lanzan rayos?
- Sí.
- Joder…
- Ya.
El Overseer cojo del lado izquierdo casi llega
hasta nosotros: sin dudar, él lo rodea y le arranca su última pata del lado izquierdo
y la lanza lejos, dejándole totalmente ladeado. Retrocedemos juntos; el bicho
sigue intentando alcanzarnos, pero ahora sólo mueve las patas derechas y arrastra
lastimosamente su cuerpo detrás, por lo que va aún más despacio.
-
¿Algo más?- pregunta. - No… Ah… Golpes de patas, rayos…- intentar recordar mientras se nos acercan es bastante complicado- Cubierta superior reforzada… Sistema de defensa inferior… Nada de meterse debajo.
- Vale. ¿Entonces los levanto y les rompes el procesador?
- Eso. O les das la vuelta.
- De acuerdo.
Se nos acercan los dos Overseers medio
enteros en paralelo.
-
Ponte detrás de mí. Aguanto
mejor los golpes.
No se lo puedo discutir, ni me parece mala
idea. Obedezco.
Los dos cargan de pronto. Él los para con las
manos, uno con cada una; pero el impulso lo arrolla, y a mí con él. De pronto
estoy aplastada por delante y por detrás, emito un gemido de dolor. Al mirar hacia
atrás, veo que nos están inmovilizando contra una furgoneta; la puerta lateral está
contra mi espalda.
-
¡Agh…! ¡Me aplasto!- digo a
duras penas.
El chico gruñe de esfuerzo, y los separa un
poco de él; su cuerpo avanza un palmo y de pronto vuelvo a respirar, aunque no
es que me pueda mover mucho. Ambos Overseers empiezan a descargar un millón de
golpes; me encojo lo que puedo tras él mientras oigo los sonidos que emite al
acusarlos. Atrás, el coche. Delante a ambos lados, los
Overseers. Atrapados.
Veo cómo la placa de la frente de uno de
ellos empieza a brillar.
-
¡¡Rayo!!- exclamo- ¡Está
preparando un rayo!
El chico suelta un gemido de consternación.
La respiración se me acelera. No tengo sitio
para darme la vuelta e intentar romper la puerta del coche tras de mí. Si llamo
fuego a mis puños para tener más fuerza, le quemaré a él. Si exploto, le haré
trizas.
Pero si no, estamos muertos los dos.
Una explosión podría sacarme de aquí…
Pero me quedo paralizada. No puedo. Ha venido
a salvarme. No puedo…
Cierro los ojos gritando cuando veo la luz
aparecer.
Y noto
un montón de calor pasar sobre nuestras cabezas.
Al abrir los ojos, parece que el Overseer del
rayo ha girado sobre sí mismo como una peonza, perdiendo el equilibrio, y el
rayo se le ha desviado por completo. Está recolocándose las patas, recuperando
el agarre.
El chico emite un rugido y carga contra el
único que ataca, lo agarra de la parte de abajo del cuerpo y lo intenta levantar.
Algunas patas le golpean la cara, gruñe de dolor.
-
¡¡Aguanta!!- le digo.
Al cargar, ha dejado un poco de hueco para
que me mueva. Me agacho, gateo bajo sus piernas, me levanto e hinco un codo
repleto de fuego en el procesador.
-
¡Agh!- le oigo gritar. - ¿Estás bien?- digo girándome.
- Sí…
Lo lanza lejos, cae de espaldas, no se mueve.
Parece que la llamarada tan cerca le ha chamuscado la camiseta y ha debido
quemarle un poco el pecho. ¡Ni siquiera estaba contactando! Si llego a hacer una
explosión…
-
¡El otro!- exclama. - ¡Levántalo, levántalo!- le digo, retrocediendo.
Embiste al tiempo que el Overseer carga; su
parte delantera se hunde y por unos instantes se bambolea de un lado a otro. Lo
coge y esta vez se sitúa totalmente debajo de bicho, para que las patas no le
lleguen.
Yo, preparada, entro bajo él para romper el
procesador. Me doy cuenta de que está más alto que antes. Me doy cuenta de que
el chico es más alto que yo.
Y que no llego a romper el procesador.
-
¡Bájalo!- ¿Qué?
- ¡Que lo bajes!
- ¿Pero no ibas a romper…?
- ¡¡Un poco, que lo bajes un poco!!- digo exasperada- ¡¡Que no llego!!
- ¡Ah!
Flexiona las piernas, el Overseer baja, y
destruyo la cajita negra. Suena chiunn,
el Overseer es lanzado a un lado.
Nos miramos un momento, jadeando los dos.
-
¿Estás bien?- pregunta.- Sí. ¿Y tú?
- Sí…
No me puedo creer que hayamos salido de ésta.
Se frota el pecho aún jadeando, a mí aún me duele el estómago. Estamos hechos
polvo.
Ñiiiiiic.
Ñiiiiiiic, sigue oyéndose a un lateral.
El Overseer con sólo patas derechas se
arrastra hacia nosotros. Agotados, nos acercamos andando, no corriendo. Dejo
que él se adelante: lo coge del lateral izquierdo y, a pesar de los enojados
pitidos de protesta del Overseer, lo levanta y le da la vuelta, dejándolo sobre
su espalda. Sin esfuerzo aparente, casi con un movimiento perezoso. Éste no
parece que pueda dar mucha más guerra, no en ese estado. Menos mal.
El
procesador queda al descubierto, lo ve, y me mira señalándolo. Asiento. El
Overseer poco puede hacer, moviendo las patas derechas con energía. Obviamente
cansado, el chico rodea la máquina para volver a acercársele por el lateral
izquierdo; y tras poner un pie sobre la parte inferior del bicho, da una patada
a la caja negra. Que desaparece dentro del cuerpo del Overseer en una nube de
chispas.
Chiiuunnn…
Se
queda baja y se queda un instante mirándolo, como asegurándose de que no se va
a volver a levantar. Mira a su alrededor, y yo también. Se ven un par de coches
destrozados, la pared de un edificio agujereada, cubos de basura volcados,
patas y trozos de metal sueltos y Overseers inmóviles panzarriba. Y nada más.
No hay más enemigos.
Me siento inmediatamente. ¡Madre mía! Entre
la pelea en el campamento, la carrera hasta la barrera, la huida de estos
bichos y las dos explosiones… Estoy agotada.
El chico se acerca perezosamente hasta mí y
se sienta a mi lado. También parece cansado, y durante unos momentos no decimos
nada.
Entonces me mira. Y le miro.
-
Hola- me dice.
Me echo a reír. Esto es ridículo. Después de
todo esto, es que ni nos hemos saludado, ni conocemos el nombre el uno del otro…
Nada.
-
Hola- le respondo- Gracias. - De nada.
Y es suficiente por el momento. Nos quedamos
sentados en mitad del asfalto, jadeando, descansando; respirando el aire con
olor a quemado.
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