Frases Aleatorias

El Comienzo de la Leyenda 6

  Por fin, ¡comienza el Campeonato Topacio! He de admitir que todas las pruebas menores que aquí aparecen he tenido que crearlas de cero, porque no tenía más anotaciones que quién ganaba cada prueba. La frase de este capítulo tampoco es de las cartas de La Leyenda de los Cinco Anillos, sino de la cuarta edición del libro de reglas básico, que me ha tocado empollar mucho para este capítulo.

Capítulo seis: El Campeonato Topacio (primera parte). Primer día.
“El Bushido es la senda del guerrero. Los samurais que sigan sus enseñanzas prosperarán”

Cerró los ojos.
Inspiró.
Por un instante fue consciente de todo al mismo tiempo. El borroso murmullo del gentío en las gradas. El tintinear de las campanillas lejanas. La tierra pisada del estadio bajo sus pies. El sol de la mañana sobre su cabeza.
Espiró, y abrió los ojos.
Ante ella, la pista de obstáculos. Estaba preparada.
El juez dio la señal, y con el súbito griterío del público, la prueba de atletismo comenzó.
Enseguida Kenjiro y Yamato adelantaron a los demás aspirantes. Les seguían el Unicornio, el Mantis, la Escorpión, el Grulla, el Fénix y el Cangrejo. Llegaron al primer obstáculo: un foso lleno de lodo que había que saltar. Ninguno de los dos primeros consiguió brincar lo suficiente: en un primer instante se daban cuenta de que no llegarían al otro lado, y al siguiente estaban mirando cubiertos de barro cómo el Unicornio y el Mantis les adelantaban. Todos los demás participantes pasaron, excepto el corpulento Cangrejo, que también cayó al foso; salpicando en todas direcciones mientras ellos se levantaban. Akodo y Mirumoto, entre maldiciones y algún resbalón, se reincorporaron a la carrera.
  No les fue difícil adelantar a los dos rivales más lentos; la mujer y el cortesano. Pero no consiguieron adelantarse el uno al otro; sus fuerzas eran similares, y también su velocidad. Al encontrarse con la siguiente prueba, aquello se convirtió en su mayor dificultad.
  Un foso lleno de espinos, tan sólo atravesable por un pequeño puente… por el que no cabían los dos. Tras un forcejeo cayeron a su interior, sintiendo los dolorosos mordiscos de aquellas crueles plantas; y sin embargo esta vez no se dejaron amilanar y salieron de inmediato de allí. De nuevo Yuna pasó sin problemas y los adelantó, pero de nuevo la adelantaron al salir de la trampa. Tras ello la Escorpión quedó en la última mitad de los participantes.
“¡Esto no puede seguir así!”, pensó la joven al ver que a sus espaldas dejaba al cortesanito Grulla, al shugenja Fénix y al embarrado y torpe Cangrejo.
  Corrió con todas sus fuerzas, y a duras penas pudo llegar hasta sus dos compañeros igualados. Se encontró de frente con una pared; antes de llegar vio sorprendida cómo el Mantis daba un impresionante salto desde lo alto del muro para ganar algo de terreno. Lo escaló y sobrepasó lo más rápido que pudo, pero el shugenja Fénix la adelantó. ¡El shugenja! Su frustración no hacía más que aumentar.
  Kenjiro corría ahora junto a Agasha-san; que para ser un shugenja, no se defendía mal. Un poco por delante de él estaba el León. No podía dejar que…
  ¡Abejas! 
  Una horda de abejas se abalanzó contra ellos dos. ¿Qué…?
  Un fogonazo y un montón de puntitos calientes sobre su rostro le hizo alzar los brazos en gesto de defensa y le aminoraron un poco el paso. El Fénix, que había eliminado a los insectos con una bola de fuego cuyos restos habían ido a parar a él, le había adelantado.


  Yoritomo Keita saltó una valla tras otra, pensando que no le hubiese venido mal una prueba de navíos, más que todo aquello. Yuna le alcanzaba, mientras luchaba porque no la alcanzara el shugenja Fénix, al que había conseguido adelantar por fin. La meta estaba cerca, y la primera posición se debatía entre Yamato, Kenjiro y el Unicornio.
  Yuna apretó los dientes, ¡si seguía así, no conseguiría adelantarlos jamás! En los obstáculos ganaba terreno, pues su agilidad era mayor; pero en zonas de carrera abierta su resistencia se manifestaba menor que la de la mayoría de sus compañeros. Tenía que evitar perder terreno en el siguiente tramo a correr, anterior a la meta.
“Recurriré a mi Vacío”, decidió.
  El Vacío se trataba de una fuerza espiritual interior que todo samurai poseía en mayor o menor medida, y que reflejaba su vínculo con sus ancestros. En determinados momentos, un samurai podía pedirles ayuda; para pruebas especialmente arduas o situaciones dificultosas. A cada llamada la energía espiritual, o Vacío, del samurai disminuía. Tan sólo era renovable recuperando su equilibrio participando en una ceremonia del té que o siguiendo le camino de la meditación.
El Vacío de Yuna no era muy grande, apenas podía recurrir a la ayuda de sus ancestros en dos o tres ocasiones. Pero, aunque probablemente lo necesitaría para otras pruebas, no pensaba tolerar quedar en un penúltimo puesto.
Por lo que sin dejar de correr, encontró dentro de sí el profundo vínculo que la conectaba a los espíritus de su familia, que moraban en su katana Escorpión, que siempre velaban por ella; y a través de ese vínculo emitió hacia ellos su petición, su súplica. No hacían falta palabras. Tras un único instante, Yuna sintió en algún lugar de su corazón la calidez de una respuesta.  
Y de pronto su corazón latió más fuerte, su sangre fluyó más caliente hacia cada uno de sus músculos, sus pulmones aceptaron más aire. Sus piernas, antes al límite, fueron libres de pronto para volar sobre la arena.
Dejó atrás al shugenja. Comenzó a alcanzar al Mantis. Pero no fue la única que decidió usar su energía interna; Keita de pronto aceleró. Los tres primeros aspirantes; Unicornio, León y Dragón; avivaron visiblemente su ya veloz ritmo, con rugidos de furia semiocultos por el azuce de los espectadores.
  El último tramo de la carrera se convirtió en una desaforada contienda, una desesperada lucha por la ganancia del más mínimo terreno. Sus fuerzas se resentían, los gritos del público crecían, su destino se acercaba…
  … y entre gritos de júbilo de la multitud, el Unicornio fue el primero en cruzar la meta.


  En cada uno de los dos días en que se desarrollaba el Campeonato Topacio serían realizadas cinco pruebas: dos pruebas mayores, en las que competirían los ocho contendientes; y tres pruebas menores, cuyos participantes serían cuatro, escogidos al azar. No era considerado un problema si algún participante era incluido en más pruebas que los demás, de hecho se consideraba un honor; pues se decía que aquello significaba que las Fortunas favorecían al aspirante, dándole mayores oportunidades para mostrar sus habilidades. Sin embargo, los sorteos fueron equitativos.
  La segunda prueba de aquel día había sido la de lucha cuerpo a cuerpo, prueba menor en la cual las Fortunas no desearon que Yuna participase. Lejos de sentirse rechazada por los cielos, la joven lo consideró un golpe de suerte: un enfrentamiento cuerpo a cuerpo contra el enorme Cangrejo le hubiera conllevado una derrota no tan sólo rápida, sino humillante.
El forzudo Hida Kaneshi, sin embargo, había perdido en la primera contienda. El Cangrejo se había enfrentado a Ide Ryosei. Si bien su musculatura, como la de cualquier otro contrincante, no era comparable a la del guerrero de la muralla; el ágil Unicornio había absorbido y esquivado varios golpes hasta que el Cangrejo, con un rugido de furia, cargase contra él. De nuevo le había esquivado, y el ímpetu del Hida lo había llevado fuera del círculo de lucha, por lo que había sido descalificado. Con varias maldiciones como resultado, además de su exclamación referente a que aquello no era en absoluto comparable a una pelea de verdad.
El joven Ryosei se había considerado verdaderamente afortunado por aquella victoria, pues era consciente de que no hubiera podido encajar más de un golpe de aquella bestia, y mucho menos llegar a tumbarla. Mientras observaba cómo peleaban los guerreros León y Mantis, empezó a pensar que los dioses le habían bendecido aquel día; pues también había ganado la prueba de atletismo. No dudaba que ganaría la prueba de equitación de aquella tarde; no contra aquellos torpes samurais del interior, muchos de los cuales jamás habían llegado a ver a un caballo de pura raza. Conocía de sobra la manera de sacar el máximo partido a los pequeños ponis que tenían para la prueba, mientras que casi se había echado a reír ante la manera de desmontar del Grulla al verlo aquella mañana.
Sí, quizá los dioses le bendijeran. Quizá ganase el Campeonato Topacio, quizá llevase gloria a su familia y su Clan; quizá podría dar una muestra de cuán hijos de Rokugan eran los procedentes del clan Unicornio.
Quizá aquellas ensoñaciones lo desconcentraron durante su siguiente pelea. No llegó a comprender cómo había conseguido el León esquivar su acometida, ni qué movimiento había utilizado para inmovilizarlo contra el suelo. Cuando el juez otorgó la victoria a Akodo Yamato y éste se apartó de encima de él, Ryosei le miró sorprendido. En lugar de dedicarle la sonrisa socarrona que esperaba, el Akodo le tendió la mano para ayudarle a levantarse.
Le habían contado que muchos de los otros clanes despreciaban al Unicornio, y que no esperase amabilidad de los otros aspirantes. Aquello aumentó más su sorpresa, pero tomó la ayuda que se le ofrecía.
-         Habéis sido un contrincante muy digno. Estoy orgulloso de haberme enfrentado a vos- le dijo el León
  La sinceridad brillaba en su mirada. 
-         Gracias- respondió aturdido, quizá por la sorpresa, quizá aún por el golpe.
  El juez se acercó a Yamato y levantó su brazo derecho, declarándole vencedor de la segunda prueba del Campeonato Topacio.


Yuna sonrió para sí. No podía quejarse de su suerte durante la tercera prueba, Heráldica. Los jueces habían sacado distintas telas con símbolos de distintos clanes dibujados en ellas, incluidos tanto Clanes Mayores como menores; con las que los aspirantes debían demostrar sus conocimientos reconociéndolos con mayor velocidad y precisión que su contrincante.
Había sido ridículamente sencillo vencer al aspirante Unicornio, que había fallado su segunda aseveración. Ahora, se enfrentaba al Cangrejo. Esperaba, de nuevo, que su contrincante fallase antes que ella.
Se inclinó ante Hida Kaneshi y el juez anunció el comienzo de la prueba. La primera tela que fue desplegada ante Yuna mostraba en rojo un ave con las alas extendidas.
-         Clan Mayor del Fénix.
-         ¡Correcto!
Ante el Cangrejo se desplegó un símbolo que Yuna jamás había visto.
-         Clan menor del Gorrión.
-         ¡Correcto!
Tenía sentido. En general a los Escorpión no les importaban mucho los Clanes Menores; eran demasiado débiles y poco importantes como para que se molestasen con ellos. A menos que los amenazaran o desafiaran, en cuyo caso deberían ser aplastados sin piedad.
-         Clan menor de la Comadreja- respondió Yuna ante el siguiente emblema, el mismo que el de las ropas del regente de Otosan Uchi.
-         Clan Mayor del Escorpión- respondió Kaneshi con media sonrisa de suficiencia, tras echar un vistazo rápido a los ropajes de su contrincante.
-         Clan Mayor de la Mantis- respondió Yuna, arrancando alguna exclamación del público; aún había gente que lo confundía con un clan menor.
-         Clan… menor del… Mono- titubeó el Cangrejo.
-         ¡Incorrecto!
  El rugido de rabia del Cangrejo acentuó aún más la sonrisa de Yuna oculta tras su velo.
-         Era el Clan menor de la Rata. ¡Ganadora de la tercera prueba del Campeonato Topacio: Bayushi Yuna, aspirante Escorpión!


Había estado convencida de que los dioses estaban velando por ella aquella mañana. ¿Qué otra cosa podía pensar tras darse cuenta de que todos los emblemas de clanes que se le habían presentado en Heráldica, había podido verlos aquella misma mañana en las ropas de sus contrincantes y del regente de la ciudad? ¿O después de que el Mantis perdiese contra ella en la primera ronda de Leyes, etiqueta y Bushido en su primera pregunta, cuál había sido el tercer edicto de Hantei VIII? Pero comenzó a dudar de sus convicciones cuando el aspirante Fénix falló al responder qué mensaje se enviaba a un anfitrión si en el interior de su vivienda un samurai depositaba su katana a su izquierda.
El Clan de la Grulla era experto en reglas de educación y leyes, mientras que el Fénix valoraba la sabiduría de cualquier campo; por lo que el enfrentamiento entre ambos aspirantes había sido largo y tenso. Ambos conocían todos los edictos de Emperadores mencionados, las leyes de comercio de los territorios de los clanes, los orígenes históricos del Bushido y los samurais, los preceptos de Shinshei. Sin embargo, Agasha Inomaro era samurai, mas no bushi sino shugenja. A pesar de conocer a la perfección qué reglas de etiqueta debía él adoptar en hogar ajeno, no podía conocer que un samurai bushi que depositara su katana a su izquierda al arrodillarse ante su anfitrión estaba mostrándole abiertamente que se sentía en ambiente hostil: su mano derecha podía volar rauda a desenvainar su arma en caso de emergencia. En hogar ajeno, la katana debía depositarse a la derecha o mejor, tras el samurai; si no había ningún guardia o sirviente que recogiese las armas de todos los presentes a la entrada ni ningún portadaishos donde dejar las armas apartadas.
Cuando Yuna se acercó a la arena a enfrentarse al Grulla, verdaderamente sintió que su suerte había acabado. Conocía los preceptos básicos del Bushido, sí; era una samurai-ko. Conocía algunas reglas de etiqueta, muchos de la familia Bayushi eran cortesanos. Sin embargo, no sabía cómo iba a enfrentarse a Doji Korei en el campo de las leyes, y estaba convencida de que en el de la etiqueta también la superaría. Sin embargo, no se descorazonó; haría la prueba lo mejor que pudiera.
-         Bayushi Yuna: ¿cuáles son las siete Virtudes del Bushido?
-         Coraje, compasión, cortesía, deber, honestidad, honor y sinceridad- respondió. 
Una pregunta básica, digna de una ceremonia de gempukku, pero no se quejó.
-         Doji Korei: ¿qué debe hacerse al recibir un regalo u ofrecimiento?
-         Rechazarlo al menos dos veces; de este modo se da al individuo que efectúa el regalo la oportunidad de demostrar la sinceridad de su ofrecimiento. Acortar el ritual demuestra poco interés por el regalo, que no merece suficiente atención por parte de quien lo recibe.
  Estaba claro que el Grulla había querido brillar en aquella contestación tan larga. Yuna no le miró, pero estaba sorprendida por la segunda parte, que antes desconocía.
-         Bayushi Yuna: en un desacuerdo entre dos individuos de distinto rango, ¿quién debe ser creído?
-         El individuo de mayor rango.
-         Doji Korei: ¿cuándo está justificada la crueldad de un samurai para con un enemigo?
-         Nunca- respondió para sorpresa de Yuna- Un samurai no nunca tiene motivos para ser cruel, nunca necesita demostrar su fuerza. Un samurai es cortés incluso con sus más encarnizados enemigos.
-         Bayushi Yuna: ¿qué indica el orden en el que se sirve el té o el sake a los atendientes a una mesa?
-         El rango de los atendientes; siendo de mayor rango el primero en ser servido. Si todos poseen el mismo rango, la estima que el individuo profesa a cada uno de ellos.
  Los jueces se miraron. Las preguntas habían terminado. Había un empate.
  Yuna respiró hondo. Era posible que sus preguntas hubieran sido más fáciles que las del Grulla, y era indiscutible que las respuestas de su contrincante habían sido impecables y mucho más elaboradas…
-         Dado que su conocimiento es más alto del que esperábamos por su procedencia, ¡ganadora de la cuarta prueba del Campeonato Topacio: Bayushi Yuna, aspirante Escorpión!
Su entrenamiento Escorpión evitó que abriese los ojos de sorpresa, pero Doji Kirei no contaba con él. El impoluto Grulla pareció ser golpeado ínfimo instante, antes de girarse hacia Yuna y realizar una amable reverencia. Yuna no dudaba que estuviera descontento con el resultado. Sin embargo, quejarse ante los jueces era síntoma de mal perder; y nadie osaría acusar de injusto a un juez en un campeonato velado por los kamis.


  Yuna observó con aire pensativo el caer de las gotas de agua a través de su piel.   Sumergida en el agua caliente y espumosa de su baño, ya de vuelta en la posada, repasó lo acontecido en el Campeonato Topacio aquel día.
El Unicornio había ganado la primera prueba. El León, la segunda. Ella, la tercera y la cuarta. Y la quinta prueba, equitación, segunda prueba mayor del campeonato en la que todos los aspirantes habían participado; también la ganó el Unicornio. Yuna opinaba que había resultado ridículo realizarla, el experto jinete había conseguido pronto una ventaja que ninguno había podido reducir. Seguro que aquella prueba estaba relacionada con que algún cortesano Unicornio hubiera expresado su desacuerdo respecto a las desiguales pruebas de algún año pasado o algo parecido, y que había sido un regalo de la ciudad capital al lejano clan que tanto prentendía ser rokuganí sin conseguirlo.
Sin embargo, estaba muy satisfecha con aquel día. Había ganado dos de las pruebas del Campeonato Topacio: su orgullo era grande, y también su alegría. Estaba empatada con el Unicornio, tras él iba el León; y el resto de los participantes no tenía puntos a su favor. Aunque aún quedaban las cinco pruebas del segundo día, internamente Yuna sentía que sus rivales se reducían.
  No podía saber lo acertados que eran sus pensamientos.

Una vez terminado su baño y estando retirada en sus aposentos, preparándose para bajar a cenar, una suave llamada al  otro lado de la puerta de papel la sorprendió. Tras dar su permiso, la puerta fue movida lateralmente para mostrar al otro lado a Agasha Inomaro, el aspirante Fénix.
-         Saludos, Bayushi-san. ¿Os interrumpo? Desearía hablar un momento con vos.
  La joven miró al shugenja un ínfimo instante, aunque sin mostrar su sorpresa. Ninguno de los otros aspirantes había querido en absoluto tratar con ella, pues todos conocían la fama de manipuladoras que tenían las palabras de un Escorpión. Se preguntó de qué querría hablar con ella, y sintió intriga.
-         En absoluto, Agasha-san, pasad- le invitó cortésmente.
  Agasha-san entró, cerrando la puerta tras él. Un instante después ambos se arrodillaron uno frente al otro y el Fénix la miró a los ojos: había decidido no andarse con rodeos.
-         Espero que no consideréis esto una osadía, Bayushi-san; mas a mis ojos, ahora mismo vos sois una de los aspirantes que más posibilidades tiene de ganar el Campeonato Topacio.
  La joven miró al mago ocultando su media sonrisa. No había sido el único en llegar a tales conclusiones. No respondió, sin embargo, queriendo saber a dónde quería llegar el shugenja.
-         Personalmente, me alegraría más que ganaseis vos, antes que el Unicornio o el Grulla…- continuó, y la miró.
  Yuna le devolvió la mirada.
-         ¿De veras? Qué amables palabras las vuestras- dijo la mujer.
-         Son sinceras- respondió, y con más confianza continuó- Creo que podría dar mi candidatura al torneo por perdida, y a partir de ahora apoyar vuestra victoria.
-         ¿Qué ganáis vos con esto?- inquirió la samurai-ko.
  El shugenja sonrió, casi cariñosamente.
-         Llevarme bien con el futuro campeón Topacio no me parece una mala idea.
Tenía sentido. De todos los Campeones Gema (Topacio, Rubí, Turquesa, Amatista, Jade y el Campeón Esmeralda, guardaespaldas personal del Emperador), el Campeón Topacio era claramente el menos influyente, pues su puesto duraba un único año y tal puesto no conllevaba deberes ni recompensas especiales; pero era un importante prestigio para un samurai recién salido de su gempukku, que mostraba un gran inicio en su carrera militar. Y siempre era importante tener aliados con prestigio.
Yuna le devolvió la sonrisa.
-         Suena bien. Me alegra poder contar con vuestra ayuda. Os lo agradezco.
-         A mí me alegra que aceptéis mi ofrecimiento- dijo Inomaro inclinando la cabeza en su dirección- Entonces, está decidido. Os ayudaré en cualquier táctica que queráis llevar a cabo; y si en algún momento necesitáis algo que pueda ofreceros, pedídmelo. Aquí tenéis un pergamino que compré para la prueba de go de mañana- dijo tendiéndoselo- No creo que vaya a servirme de mucho, pero sí a vos.
A pesar de dolerle internamente la falta de sutileza del shugenja (“os ayudaré en cualquier técnica que queráis llevar a cabo” no era algo que un Escorpión hubiera dicho nunca), Yuna apreció que para el Fénix hablar abiertamente lo tranquilizaba. Por lo que tomó el pergamino de magos del shugenja.
-         Os lo agradezco, Inomaro-san; y os agradezco también vuestro apoyo. Creedme que usaré bien vuestra ayuda. 
Quizá el shugenja tenía más planes a su respecto; como que una Escorpión le debiera un favor, por ejemplo. O quizá se trataba por simple desprecio hacia otro Clan, cuya victoria deseaba evitar a toda costa. En cualquier caso, Yuna había perdido un enemigo y ganado un valioso aliado; que pensaba utilizar. Parecía que los dioses estaban realmente de su parte.

Capítulo siete: "El Campeonato Topacio (segunda parte). Torneo de iaijutsu"  

3 comentarios:

  1. Por fín empieza el campeonato topacio ^^Ya se va acercando lo que no conozco!
    He visto que quitaste lo que decía Yuna de Ukio ;) ahora no parece que haya tongo ^^

    A ver cómo haces la segunda parte del torneo y a ver si llegamos ya a la parte nueva! ^^

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    1. ¡Tongo! ¡Cómo osas! ¡Un campeonato en honor a los kamis! ¡Blasfemo! ¡No hay tongo!

      ^^

      ¡Me alegra mucho que te guste! Yo también estoy deseando llegar a la parte nueva. Hoy he encontrado por fin banda sonora para este fanfic, y he estado visualizando futuras batallas y acontecimientos tan importantes que el Campeonato Topacio palidece ante ellos. ¡A ver si escribo rápido!

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  2. ¡Oh dios como me mola! Escorpiones ftw!!!

    Si... los dioses...

    Sigue, no te detengas ni pierdas las ganas de escribir :D

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