Capítulo tres: Otosan Uchi
“Los Escorpión esconden sus caras y sus naturalezas con
máscaras.
Uno nunca puede saber qué secretos conocen, o qué
verdades esconden”
Aunque su ritmo se ralentizó, debido a la presencia del ronin y su ausencia de montura, terminaron llegando a su destino: Otosan Uchi. A medida que se iban acercando distinguían con mayor claridad la enorme urbe, plagada de edificios, mercados; el puerto al fondo. En comparación a los alrededores, daba la extraña impresión de que los cielos iluminaban más la ciudad que cualquier otra cosa; y aún más acusado era el rayo de luz que se abría entre las nubes y caía magnánimo sobre el centro de la ciudad. Iluminando el pabellón del torneo, donde se llevaría a cabo el Campeonato Topacio.
Se unieron al fluido
mar humano que intentaba entrar en la urbe a través de sus puertas principales,
y entregaron sus documentos a los guardias que las custodiaban. Éstos
observaron su pergamino de candidatura al Campeonato y les desearon suerte con
la mayor de sus bendiciones, dispuestos a dejarles pasar.
Aunque hubo un pequeño
problema.
-
¿Qué
habéis dicho que veníais a hacer aquí?- preguntó el guardia,
desconfiado.
-
Bueno,
yo…- balbuceó Ginawase, con la mirada baja en señal de humildad- Sólo estoy de paso, haré un par de negocios y
me iré…
-
¿Desde
hace cuánto le conocéis?- preguntó el soldado a los samuráis.
La palabra de
alguien de alto rango era mucho más convincente que la mejor de las pruebas.
-
No le
conocemos- replicó el shugenja, ayudando en nada al inquieto Ginawase.
El soldado frunció
el entrecejo, obviamente no quería dejarle pasar. Era un ronin. Sólo por ello
tenía perfecto derecho a vedarle el paso a Otosan Uchi, capital del Imperio.
-
Yo
responderé por él.
Todos los presentes,
incluido el propio Ginawase, se volvieron totalmente atónitos hacia el Akodo;
sorprendidos de que diese la cara de tal manera por un samurai deshonrado.
-
Confío
en ti- dijo al ronin, que asintió dócilmente, sorprendido.
“Eso no te servirá de nada”, pensó Yuna.
Si el ronin se metía
en problemas (que lo haría; aunque no fuese culpa suya) sería Yamato-san quien
cargaría con las culpas.
La Escorpión negó con la
cabeza para sí, pero no dijo nada. Era su problema, pensó. Sería divertido ver
cómo el León intentaba salvarse después de que su protegido fuese capturado por
la justicia, por la razón que fuera, fuera o no culpa del ronin.
Los guardias no se
opusieron a los deseos del Akodo, y les permitieron el paso. Pronto Ginawase
quiso mostrarles su agradecimiento, ofreciéndose como guía y proponiéndoles
llevarles a una posada que conocía en la ciudad.
-
La lleva
un amigo mío. No es de lo mejor que puede encontrarse en la ciudad, pero por un
precio bastante asequible estaréis en un alojamiento de alto nivel, con los
mejores cuidados- les explicó.
-
Sinceramente,
no sé qué interpretará un ronin como alto nivel- comentó Yuna con
suavidad pero sin piedad.
-
Juro que
os gustará- dijo Ginawase.
Y por un momento Yuna
pensó que quizá fuese verdad. ¿Por qué? Lo ignoraba. ¿Un brillo en los ojos del
ronin, quizá?
-
Bueno,
tampoco conocemos nada en la ciudad; puede ser un buen sitio por donde empezar
a buscar- dijo el Akodo- No va a
hacernos daño echar un vistazo.
Aunque reticentes,
nadie se negó; por lo que siguieron a Ginawase a través de las concurridas
calles. Pronto se encontraron ante un alto edificio de tres plantas, con
aspecto de ser de bastante nivel… y con un detalle que hizo sonreír a Yuna.
Un mon del Clan
Escorpión.
Los demás samuráis
se quedaron un instante parados. Saber que el regente era un Escorpión no
aumentaba su seguridad. Especialmente la del León.
-
Yo no
entro- dijo de inmediato, su opinión totalmente cambiada.
-
Pero por
favor, si sólo vierais el interior…- suplicó Ginawase- Os juro que estaréis totalmente seguros, son
gente de confianza; las doncellas son maravillosas y recibiréis las mejores
atenciones…
-
A mí no
me parece tan mal- dijo Yuna con media sonrisa entre humilde y burlona
tras su velo rojo.
Sonrisa que sus
compañeros le devolvieron de forma forzada. La Escorpión se rió
internamente, totalmente deleitada con la situación.
-
Bueno…
quizá podamos entrar- dijo el shugenja.
-
Claro,
echad un vistazo…
-
Será
demasiado cara para mí- replicó el Mantis entonces- Voy a buscar una un poco más… asequible.
-
Yo no
entro- repitió el León.
-
Sed
razonable, Akodo-san. Nos ha traído aquí vuestro amigo Ginawase, que por
vuestra gracia ha podido entrar en la ciudad. ¿Creéis que os llevaría
deliberadamente allá donde yo vayáis a estar cómodo?
-
Eso es- dijo Ginawase.
-
Y… mirar
no va a hacernos ningún daño- dijo la mujer con suavidad, repitiendo sus
anteriores palabras con el tono más inocente que pudo adoptar.
Recibió una mirada
poco suave en respuesta, pero no había esperado otra cosa.
Sin embargo, las palabras
del ronin parecían haber convencido a medias a todos los demás, que fueron
entrando en el local. El Mantis se perdió entre el gentío, dirigiéndose
probablemente a algún barrio más bajo. Detenido en la encrucijada entre el
camino del Mantis, rumbo a algún tugurio de mala muerte; y el camino del
Escorpión, Akodo Yamato se quedó mirando el mon de su Clan rival con
desconfianza.
Hasta que entró en
el lugar.
Una vez en el
interior, los guerreros aumentaron aún más su asombro. La posada era incluso más
grande de lo que había parecido desde el exterior, toda decorada con gusto
exquisito y repleta de luz. Por la sala circulaban bellas jóvenes que se
inclinaron profundamente al verles entrar, y apenas cruzaron el umbral un
hombre fue a recibirles.
-
Bienvenidos,
samuráis- dijo con devoción, haciendo una profunda reverencia- Permitidme acogeros en mi humilde posada. Mi
nombre es Shosuro Ukio.
Apellido Escorpión,
mon de tal clan en su lujoso kimono. Parecía un hombre pulcro y de gusto
exquisito, que poseía además un fuerte destello de inteligencia en sus ojos
oscuros. Portaba una máscara blanca sobre la cual había finos trazos negros con
forma de ramas de árbol. Le cubría la parte superior de la cara, dejando ver
sus ojos y su enorme sonrisa. Presentó sus respetos ante los samurais con
profundas reverencias y amplias sonrisas, y mediante sus más sinceras
bendiciones para el Campeonato dio una calurosa bienvenida a la aspirante
Topacio procedente de su Clan.
Un par de menciones
a las comodidades del local y a sus comedidas tarifas terminaron con casi todos
los reparos de los jóvenes: tableros de go en sus aposentos; comida, sake y té
de alta calidad, amplias y cómodas habitaciones, salas de reuniones donde
conversar…
-
Sigo
creyendo que deberíamos mirar más sitios- se quejó el León.
-
No creo
que vayan a hacer nada a los aspirantes Topacio- razonó el Dragón.
Yamato-san se quedó
mirando a su compañero. Tenía razón, pero su tranquilidad no aumentaba.
-
Nunca se
duerme bien en un nido de escorpiones- replicó.
Yuna sonrió para sí; visto de esa manera, ella
estaba totalmente en casa. Y la verdad, así era. Había juzgado al Shoshuro como
alguien de alta influencia a juzgar por los lujos de la posada, y no podía
creer su suerte al haberle encontrado. La mejor herramienta de los Escorpión
era la información, y la familia era la familia. Respecto a cualquier cosa que
deseara saber, probablemente Ukio la ayudaría.
-
¿Acaso
hay algo que no sea de vuestro agrado, Akodo-sama?- dijo entonces el
posadero con tremenda humildad.
El León no respondió por unos
momentos. Sería una falta de cortesía hacia su anfitrión marcharse del lugar
sin una explicación; y no podía mostrar incomodidad o miedo por hallarse en lo
que realmente ni siquiera era territorio Escorpión. Así que tuvo que terminar
por ceder, aunque sus reservas eran patentes a todos.
-
En absoluto, Shosuro-san. La prudencia me hace
pensar en otras opciones, pero es obvio que vuestro local es más que adecuado-
dijo a regañadientes.
No era de extrañar.
Las tensiones entre el León y el Escorpión se habían acentuado enormemente en
los últimos tiempos, pues ambos Clanes habían tenido ciertas rencillas… Hacía un
tiempo, los Escorpión habían invadido una ciudad León, Shiro no Meiyo. En los
últimos meses fue recuperada por los ejércitos Leones, y tras tal
acontecimiento se había cambiado el nombre de tal urbe a Kenshon Gaka, “Lección
de Humildad”. Una dolorosa pulla que había tensado en gran manera las
relaciones entre ambos Clanes.
Justamente por eso
el León tuvo que soportar una dura prueba a la hora de dejar su katana en manos
de Ukio, como los demás. En el interior de los edificios las katanas nunca se
llevaban; tan sólo los wakizashis, que los identificaban como samuráis. El
posadero entregó las armas a una doncella que les juró que estarían seguras.
-
¿Tenéis
habitaciones libres?- preguntó el shugenja.
-
Sí. Me
llegaron noticias de que estabais en camino y os reservé habitaciones para
todos.
Todas las miradas confluyeron en
él.
-
Los aspirantes, quiero decir- dijo el Escorpión
sonriendo inocentemente.
Los samurais se relajaron un poco,
pero no Yuna. Ella sabía de sobra que aquellas palabras significaban
exactamente lo que parecían: el Escorpión tenía informantes que habían avisado
de que ellos cinco se dirigían a la ciudad. Pero ¿cómo? No podía haber sido
cosa del ronin; lo habían conocido esa mañana y no se había separado de ellos
un solo momento. ¿Quizá habría pasado algún mensaje entre el numeroso gentío de
las puertas de la ciudad? Si era así, no le habían visto hacerlo. ¿O quizá el
mercader ambulante? ¿O alguien que los había espiado desde unas sombras donde
ellos no pudieran observarlo?
A pesar de la aclaración, todos
los guerreros miraron al posadero con desconfianza y cautela. Ah, menos Yuna;
que sonreía levemente con admiración. Aquello no hacía más que demostrar la red
de contactos que poseía el Escorpión en la ciudad, y quizá fuera de ella. Era
una manera de contarle a ella, sólo a ella, que era capaz de proporcionarle
ayuda.
-
Si
seguís a mis doncellas, os mostrarán el camino- dijo como si no hubiese
mencionado nada importante- Esta noche
os prepararemos una cena especial y seréis invitados al mejor sake de mi
colección. Si necesitáis algo mientras tanto, por favor, hacédmelo saber.
Yuna sonrió y fue la
primera en ir hasta su habitación. Aunque estaba en una ciudad desconocida, en
la que no poseía información ni contactos; pensó que estaba de lo más segura,
en buenas manos.
Poco después, los
guerreros (exceptuando a su compañero Mantis, ausente) volvieron a reunirse
para que Ginawase les guiase hasta el pabellón del torneo. Todos querían ver el
lugar donde se llevaría a cabo el Campeonato. Sin embargo, se permitieron
observar Otosan Uchi por el camino.
Las calles bullían
de actividad: tal como el Shosuro les había indicado, gran parte del Imperio
quería asistir al importante acontecimiento que pronto tendría lugar. Los
mercaderes intentaban aprovechar la afluencia de gente gritando sus mercancías
a los cuatro vientos, mientras los curiosos e ingenuos turistas observaban
baratijas que de nada les serviría. Yuna meneó la cabeza, recordando cómo ellos
mismos habían sufrido un encontronazo de ese estilo en el camino, cómo habían
caído presas del hechizo del mercader ambulante. Que aún no sabía si estaba
relacionado con Ukio.
Ginawase les abría
camino entre el gentío, que entre reverencias dejaba pasar a los samuráis. Unos
guardias pasaron a su lado, saludándolos con respeto. Las calles estaban
candorosamente decoradas con farolillos, el suelo limpio y la seguridad
reforzada. Todo debía ser perfecto para el gran campeonato.
Serpenteando entre
la muchedumbre, las carretas llenas de enseres, los niños, los animales y los
mendigos, llegaron al fin a su destino: el pabellón del torneo. Desde allí eran
capaces de distinguir una enorme pista de arena donde se llevarían a cabo todas
las pruebas, y donde muchos trabajadores se afanaban. Probablemente preparando una
carrera de obstáculos, pensó Yuna. También pudo distinguir los asientos que
ocuparían los Daimyos, y el lugar de honor que presidiría el Emperador…
Continuamente fluían hacia dentro y fuera del lugar trabajadores cargando
materiales y lanzando órdenes, a fin de terminar lo más rápidamente posible el
trabajo. Todo tenía que estar listo para la gran fecha, para la cual aún
quedaban dos días.
Debido a tal
desplazamiento de gente, permanecieron desapercibidos durante unos momentos;
pero pronto un capataz reparó en ellos y se les acercó para, cortés y
respetuosamente, pedirles que se marchasen. Obedecieron, comprendiendo; aunque
declarando entre sí que ninguno había pretendido en absoluto ver nada más que
la majestuosa edificación. Ningún participante debía conocer el terreno más que
otro, y con ello tener más ventaja sobre él en el campeonato. El Campeonato
Topacio se realizaba en honor al Emperador y los kamis: intentar hacer trampas
resultaba de lo más deshonroso, mientras que sugerir que alguien pudiera
amañarlo era una afrenta contra la mismísima ciudad capital.
"Capítulo cuatro: Último Entrenamiento"
"Capítulo cuatro: Último Entrenamiento"
Bueno, ya sabes mi opinión de primera mano :p pero me encanta esta historia! Sigo esperando la continuación, que me dejaste con la intriga!
ResponderEliminarWii mi primer comentario!!! ^^ q ilu!!
EliminarEspero q ahora t guste mas. Habras notado que por fin me he dignado a describir fisicamente a los personajes y decir un poco mas que hace cada clan. Y no te creas que Yuna es guapa de la leche porque me da a mi la gana, es que tiene cogida una Ventaja llamada Bendicion de Benten que es una belleza inusual. A cambio, tambien tiene una leve Desventaja, una pequeña obsesion con unos pequeños objetoa.. ^^
Gracias again! Y me parce legendario que te hayas puesto eso de nombre ^^
jajaja
EliminarSí, está bien eso de que los describas un poco.
xD Pues es una ventaja muy buena para lo poco que le cuesta su obsesión. Eso de estar forrada si que es una ventaja :p
;) Después de poner que escribiste la otra historia para saciar mi vicio por el juego no me iba a poner otro nombre :p
Mucha suerte tuve yo con las ventajas y desventajas. Me encontre con un unico puesto de abanicos en toda la partida y supere la tirada para evitar llevarme doce, y la belleza me daba dados de mas para cualquier cosa en la corte. Sigh! Que buenos tiempos aquellos jejeje. Mucha peor suerte tuvo Akodo Yamato con las desventajas, que tambien pueden aparecer a mitad de partida. Lleva una espada del copon, pero veras dentro de un par de capitulos ^^ muajajaja
ResponderEliminarEn favoritos? Ni yo lo tengo en favoritos xD so sweet!!! ^^
Y tanto que tuviste suerte xD favores divinos diría yo :p que morro tienes. Pobre Akodo xD Lo malo que le va a pasar pasó en la partida no? o te lo vas a inventar tu para hacerle sufrir por ser un león? xD
ResponderEliminarEscribeeee xD que me tienes con doble intriga!
Jajaja para que veas que te aprecio más que tú misma :p
Nooo, yo no me invento nada! Cuando me lo invente, lo pondré :) Al Akodo lo conoces, es de la uni, y fueron sus propias decisiones las que llevaron a su maldición. ¡Se chinche!
ResponderEliminarY respecto a mis favores divinos, nada de nada. Es culpa de los demás por no cogerse Escorpiones con un máster que se hace llamar Bayushi. No empezamos a salir hasta muuucho después xDDDDD
Jajaja, entonces que le den al león por hacerlo mal :p Seguro que me le has señalado alguna vez por la uni xD
ResponderEliminarLooooool xD entonces el favoritismo es con todos los escorpiones y no solo contigo. Claro que si todos fuerais escorpiones no tendría tanta gracia la partida xD
Algún día quiero jugar una partida de Leyenda!
¡Otro más genial! :D
EliminarMe gusta el rollo entre los personajes, me parece maravilloso el trato entre ellos (sigo enamorándome de tu pj con cada cosa que dice xD).
Y tienes una cualidad que para mi tiene uno de los grandes, S.A. Salvatore, y es que sin describir demasiado, te metes profundamente en el ambiente.
Next! ^^
^^^^^^^^^^^again
EliminarWow. Muchísimas gracias! Es algo que siempre me ha gustado de Salvatore, y que no se me ha dado nunca bien, ¡¡así que gracias por decírmelo!! ^^
Las conversaciones Yamato-Yuna me hacen reírme siempre que las releo, porque casi todas fueron roleadas. Yamato efectivamente me dijo que "mirar no iba a hacernos ningún daño" y luego yo se la devolví. Ah, momentos Escorpión... dulces incluso ahora, años después ^^